lunes, 31 de diciembre de 2007

Cocaína, mon amour


Vuelven las noches amargas de rayas fugaces y black holes inexplicables. El gruyerismo de la coca es lo que más me preocupa en estos momentos de recomposición neuronal; los boquetes se abren por todas partes mientras llueve una fuga de palabras. Después de años de desarrollo moral, llego a esta conclusión; esnifa una raya siempre que te encuentres en un callejón sin salida emocional.

Son horas bajas y la senda de los losers es inextricable. Vuelvo de Ibiza, tierra de pasión y desenfreno, y perspectivas de pasar unos días de euforia constantemente acelerada. Mientras paseo por Dalt Vila, recinto amurallado de casas coronadas por la vieja catedral de Santa María la Mayor, imagino el asedio de turcos y moros intentando conquistar esta pequeña ciudad. Un grabador nos facilita este pequeño ejercicio de imaginación con sus ilustraciones de época que nos acompañan en cada panel informativo dispuestos lo largo de todo el recorrido.

En uno de sus acantilados se mezclan estas evocaciones históricas con la prometedora fantasía de un suicidio improvisado que definitivamente me haga subir la adrenalina. El final son unas rocas cargadas de historia y poco más.

Ahora vuelvo a mis working hours de asedio y capitalismo salvajes; sirvo focaccias para no autodestruirme y contentar a los capullos que, sin quererlo, alimentan cada día más mi estado de insignificancia.

Entonces llega la noche sosegadamente, me animo con profusos tragos de algún elixir conocido y alguien que no conozco me ofrece compartir con él algunas rayas. Miro en la mochila que cargo a mis espaldas y no encuentro nada. Definitivamente, es entonces el momento de no decir que no.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Fragmentos de pateticología aplicada


Existe cierto patetismo difícil de imitar para almas inexpertas, o sencillamente para aquellos desalmados que profesan un profundo apego al amor para demostrar que tienen alma. No es tarea fácil, pienso, llegar a adquirir habilidades en el esquivo mundo de las situaciones bochornosas, y digo bochornosas para no decir patéticas, como lo son la mayor parte de las situaciones a las que me quiero referir.

Mi bagaje en esta materia es amplio y diverso, conozco bien los intríngulis del ser patético y hoy, después de malbaratar una excelente ocasión para tener algo más que palabras con un antiguo amor, me siento en las mejores condiciones para adentrarme en este singular mundo para el que pocos han sido elegidos. Hay que saber muy bien cuando cagarla; saber elegir el momento, la situación y la persona adecuada.

Es en este trance cuando mis innatas cualidades afloran como lo hace el ingenio o la fuerza en otros hombres. Hoy me he encontrado con ella, después de casi 15 años y una intensa noche de sexo pubescente que compartimos absolutamente alcoholizados. No se acordaba de mí, yo sí, y se lo he recordado mientras un discreto rubor me invadía.

A mi me hubiera gustado ser espontáneo y natural, poderle preguntar en el momento adecuado si era la persona que sabía que es. Pero no, ya nada fluye en esos momentos de hipertensión romántica, tan sólo queda el amargo sabor del fracaso y unas manos pegajosas después de sudar tan manido calvario.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Imm Bruce I Kant be Lee


Dulce porvenir parecen estas horas que se acaban con el chasquido de un recuerdo singular. En mi memoria no habitan los relámpagos de días fracasados, habitan los truenos de mis días más felices.

Ahora quiero imaginar que soy Immanuel Kant con el cuerpo de Bruce Lee, ¿qué, quién me va a detener? Me siento un superhombre con ganas de partir brazos y piernas por doquier. Quiero reventar la cara de toda esa chusma infame que se atrinchera en sus miserias, la del capullo que me está mirando en la cola de un supermercado, con soberbia y sin tener motivos para ello. ¿Por qué me mira fijamente?

No tardo en percatarme de lo que lleva escrito en su camiseta: The Ultimate Fighting Chamionship. Si a eso le sumamos sus casi dos metros de altura y un ancho nada despreciable, deduzco que, en caso de hipotética pelea, mi integridad física dejaría de ser tal.

Pero lo que antes hubiera supuesto un duro golpe para mi ego y una constatación más de mis limitaciones como ser modesto e insignificante, ahora supone un reto que no tardo en afrontar. Mientras le vacilo con el imperativo categórico y le torturo haciéndole entender que tiene que atreverse a pensar, le doy un golpe seco en la nuez que lo deja noqueado por momentos, es un instante crucial que aprovecho para romperle las dos piernas con una llave maestra de jeet kune do. Apenas me despeino.

Pero toda fantasía se acaba y ahora tengo que volver a la pesadumbre del ser que aspira (a) algo más que rayas; hago flexiones cada mañana y me entretengo siempre que puedo con algún funesto combate de boxeo. A pesar de estas actividades declaradamente anti-intelectuales, sigo leyendo mis libros sobre la voluntad de poder o el concepto de masa en sendas obras de Ortega y Canetti.

En fin, acato mis pésimas aptitudes para el cuerpo a cuerpo y decido masturbarme con algún fragmento de Sade. Llega entonces el final del humano Kant Lee y mi más patético regreso.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Born to be a loser


Veo las fotos de quien me ignora, la veo tendida en la cubierta de un yate con la ropa justa de un verano cualquiera. El chico que la abraza tiene la cara-de-capullo habitual, nada especial, la cara de siempre que casi todas las personas sensatas odiamos; demasiado guapo, lo musculosamente justo e irradiando buenas perspectivas de futuro por doquier.

Me noto algo decrépito e injustamente violento con mis congéneres, debe ser la noche, o el mes, o quizás es la frustración de saber que no soy nada ni nadie. Concretamente… ¿Por qué? Quizás por que no soy alguien para quien realmente quisiera serlo. ¿Mi familia? ¡A la mierda la familia! Nos queremos muchos, ¿pero dónde acaba tanto amor? Acaba en el vertedero de todo-lo-que-debe-ser (amor filial y chorradas por el estilo).

¿Cómo puedo ser tan desagradecido? ¿Cómo puedo hablar así de quienes han estado siempre a mi lado? Vuelvo a repetir: ¡A la mierda! Dios ha muerto y los padres también, salvo para firmar algún que otro aval en el banco. Uno sólo puede contar con uno mismo. Ya nada sirve, más que yo y mis decisiones. Tenemos que matar a nuestros padres, me decía siempre un amigo.

Yo tengo mi bicicleta, mi soledad y un mp3 con el que canalizo todas mis energías. El centro de la ciudad es una catarsis de fracasos o una constante ráfaga de cum-shots imaginarios. Nebraska, Columbine, Virginia Tech… ¿Qué tienen todos estos lugares en común? Tienen en común la dramática historia de un pensamiento loser materializado, tienen una gran derrota en su biografía colectiva y, sobretodo, no parecen tener el respeto suficiente por los acontecimientos que discurren en su presente.

Faldas negras, muerte, un tiro en la sien, tu sonrisa, mi sonrisa, una mirada tuya que se pierde después de nunca habernos conocido. Eso es lo que me queda después de una noche loser cualquiera.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Noche a la romana


Prosiguen las noches de espantás en decadencia. Ayer me llevaron a un garito donde mientras se rendía tributo a Nirvana, la cerveza a medias la pagas tú. El lugar era como un pintoresco bodegón de alcohólicos y alcohólicas reposando al acecho de una copa. Era pequeño y estrecho, pero la cercanía no llevaba a lo cercano, y la chica en cuestión, estaba todavía un poco lejos.

Mis inversiones en la noche barcelonesa hace tiempo que se están devaluando hasta fracasar con un estrépito supino. Es lamentable comprobar que de nada sirve lubricar las horas previas a la acción con la ingenua esperanza de algo más fácil y mejor.

Caminando por la que antaño fuera el ágora romana de la ciudad, uno tiene, al menos, el consuelo de poderse distraer imaginando el bullicio de sus antiguos pobladores en el frenesí de las, otrora, frías mañanas otoñales bajo la protección de un gran Imperio.

Ya no pienso en términos de caza, olvido a la presa. Camino siguiendo las murallas que rodean a la pequeña Barcino y clamo a la diosa Venus para que me asista en mi desesperación. Bueno, ¿ves claro a lo que vamos, no? me comenta mi amigo de fatigas. Está claro que él tiene claro a lo que va ya que tan sólo tiene que seguir la cuerda que su amiga le tiende para, con total seguridad, llegar hasta su catre y consumar el acto.

Yo me quedo a la expectativa de la otra en cuestión; sin cuerda, sin señales manifiestas y con la extraña sensación de haber asistido a una emboscada en la que la víctima soy yo.

jueves, 29 de noviembre de 2007

La ley del recuerdo


He vuelto a pisar los pasillos donde se respira la peor servidumbre moral. He vuelto a recordar los días de asfixia rodeado de seres descompuestos intentando conquistar una porción de poder que dé sentido a sus miserables existencias. Ese lugar es un enclave maravilloso que da cobijo a la basura más corrupta.

¿Qué hago yo aquí? ¿Qué pretendo? Seis años dando vueltas me pasé entre pasillos opresores, desorientado y acongojado por el sufrimiento ajeno que me hacía presentir el mío propio.

-¿Ya te has matriculado a Derecho agrario?

- No, ¿por qué?

- Sólo por asistir a clase ya estás aprobado

¿Cómo? Se suponía que yo tenía que soportar ese tipo vejaciones intelectuales. ¡Qué recuerdos! ¡Qué tiempos tan miserables! Ahora veo como me arrastraba por el suelo con la prepotencia añadida del que aspira a una vida mejor a costa de quien sea y lo que sea.

Pero en mi miseria, era demasiado miserable, no encontraba lugar en donde poder vender los restos de mi más íntegro ser; mi poca claridad, mis dudas acerca de la hipersensibilidad aplicada al entorno de una Facultad de Derecho nunca me dejaron abrirme camino entre la maleza de libros, leyes y salva patrias trasnochados.

Me dediqué entonces a lo que más me gustaba para poderme redimir de mis penas y tormentos, encaucé mis energías a algo todavía más fútil, a intentar enseñar algo de buen cine a mis estimables compañeros de Facultad.

No puedo ni quiero olvidar tanta vergüenza acumulada en un mismo espacio de tiempo y lugar, por eso, aprovecho la ocasión para advertir a todos aquellos que quieran mantenerse a salvo, que cuando pisen una Facultad de Derecho tengan muy claro porqué la pisan y adónde van.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

El puto rey


Hoy me he levantado dispuesto a imaginar la más absoluta vergüenza. Después de casi un mes de uso y disfrute de mi Continuous Positive Airway Pressure ya estoy en condiciones de fantasear con algo más que una breve explicación sobre el cómo y el porqué de mi CPAP.

A diferencia de otras épocas, la nuestra, conlleva duras contraprestaciones para aumentar nuestro bienestar o, en otras palabras, mejorar nuestra calidad de vida.

Antes la gente se moría prematuramente o malvivía. Ahora no, uno puede sentir el siniestro confort de las nuevas tecnologías aplicadas a la medicina.

- Bueno, te tenía que comentar algo que supongo que te sonará un poco raro, pero tranqui no es nada grave, es más bien aparatoso.
- Déjate de rodeos y dime de qué se trata...

- Pues nada, que duermo con un CPAP…
- ¿Y qué es eso?
(No hace falta describir aquí el careto de mi hipotética pareja)
- Nada, es una máquina que me insufla aire por la nariz a una presión determinada, tiene el tamaño de un despertador y más que nada es la mascarilla que lleva que parece que…
- Ya, ya, ¿Pero quieres decir que tu problema no es psicológico?

Bien, aquí acaba mi fantasía y empieza la más cruda realidad. Esta situación intuyo que, con mayor o menor exactitud, acabará por producirse más tarde o más temprano.

¿Alguien cree que hay alguna mujer preparada para afrontar esta dura prueba? Superar este trance conlleva algo más que madurez.

Implica aniquilar cualquier aspiración de normalidad en la parcela más íntima de nuestras vidas, implica sentir una vergüenza inconmensurable por momentos e implica contener una mueca indefinible en cada rostro imaginable antes de dormirse junto a mí.

El rey ha muerto, ¡Viva el rey!

viernes, 23 de noviembre de 2007

El origen del mundo


Hago crujir los nudillos de la mano mientras la miro y pienso en un tipo de felación improbable. Pienso en huir para escurrirme por debajo de sus bragas, posiblemente húmedas y todavía calientes, salvaguardando, cual centinela, la entrada a su caverna mágica. Un bello musgo cubre su entrada delatando la tierra fértil que contiene, lo palpo con mis manos y su esponjosa suavidad me invita a penetrar en ella.

Sin duda ese es el origen del mundo y, paradójicamente para hombres como yo (al igual que para otros muchos) se acaba convirtiendo en el último fin de nuestra existencia. Yo lo reconozco, no quiero engañarme inútilmente, nuestra naturaleza, salvo naturales disfunciones, nos convierte en seres que, hipotéticamente, podrían estar todos los días de su vida fornicando sin control ese mismo origen del mundo.

¿Visto desde esa perspectiva, cuántos orígenes del mundo existen, cuántos lo son en potencia? Son multiplicidad de mundos posibles y futuros, son nuestro centro de gravedad indiscutible. La miro otra vez y puedo imaginar el aroma penetrante de la creación, me excito y deseo abalanzarme para crear (y recrearme) con ella un futuro ¿de qué? Ya estoy pensando en otros orígenes posibles, en otras cavernas mágicas que me transporten al supremo placer de les petites morts. Así es como describo yo la frustración de muchos hombres.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Sócrates y el descaro sociológico


El joven sociólogo intervino de forma honesta y decidida, apenas le temblaba el pulso de la mano cuando asió el micrófono, su voz no se percibía acalambrada por la presencia del tumulto que nos rodeaba, y su talante era gallardo y altivo. Mas en el desempeño de su acometido desconocía aún lo más importante: que no sabía nada.

Después de tan impresionante despliegue de recursos, impropios de su juventud, pensé, pobre desgraciado. ¿Será capaz algún día de darse cuenta que no sabe nada para así poder dar el primer paso hacia el verdadero saber y actuar en consecuencia? Esperemos que no, creo que no habría peor sufrimiento intelectual que el de tener que aguantar a un sociólogo reconciliado con la famosa dicha socrática.

El acto se acabó pero su presencia sigue confinada en mi despacho; no soporto la volatilidad de sus comentarios ni su deliberado escapismo frente a cualquier invitación a la abstracción. Me parece un insulto pretender aprehender la realidad social a través de la simple recolección (de datos mayormente) o del uso y abuso de fórmulas matemáticas alejadas del espacio real. No.

Pero algunos de nosotros tenemos que acostumbrarnos a convivir con la prepotencia inherente de muchos seres ignorantes. No abras la boca, no me hagas tragar tus conclusiones de pardillo que empiezas a arrastrarte, sin saberte gusano, por los dominios del saber. Aléjate de mí y pégate un tiro en la cabeza para que otro de tus colegas pueda investigar los porqués de muchos actos, siempre, aparentemente injustificados.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Una noche más


Escucho un tango solitario mientras recuerdo nuestro amor a mil quinientos quilómetros de distancia, no se por qué pero un día estuve en Aquisgrán para nunca más volverla a ver. Ahora estoy aquí, estirado en la cama, con la máscara de mi Continuous Positive Airway Pressure estampada en la cara después de una noche fallida.

Sí, el CPAP es ahora para mí una realidad muy doméstica, a pesar de mis 29 años. A otros les tienen que reconstruir el paladar perforado por el consumo indiscriminado de cocaína, otros han perdido algo más que la plenitud y algunos nunca descubrirán que han sufrido, y sufren, el llamado Síndrome de la apnea del sueño. En definitiva, relativizar es para mí la palabra clave.

Pero ayer la decadencia tenia nombre de bar y yo formaba parte de sus circunstancias; hombres en proporción excesiva, transeúntes extraviados que improvisan performances en estado de absoluta embriaguez y un camarero que parece querer emular a Robert de Niro en alguna escena de Érase un vez América o El padrino. Por si esto no fuera poco, al lado tenemos que compartir la apasionante velada con un grupo de salidos que no paran de excitarse al grito de: ¡Me la tengo que follar!

Finalmente me quedo solo con tres chicas que apenas conozco y que no me suscitan más interés que el de su propia naturaleza sexual. No obstante, y a pesar de ello, me quedo un rato con ellas para analizar las probabilidades de éxito que podría tener en caso de quedarme. Apenas hablamos de algo y cuando decido irme, la chica que más me interesaba, va y me dice: ¿Ya te vas?

Ciertamente la paciencia no es una de mis virtudes, como tampoco lo es la actitud pasivo-especulativa espero-que-haga-o-me-diga-algo de muchas mujeres en la actualidad. En cualquier caso reconozco que con hombres como yo, nuestra especie no tardaría en extinguirse. ¡Viva Darwin y su fucking mother!

jueves, 1 de noviembre de 2007

¡Que os den!


Hoy es noche de Maria Callas en Près des remparts de Séville, un sublime fragmento de la Carmen de Bizet. Estoy acongojado y solo en este episodio de mi soledad que transcurre entre paredes y asfalto de una ciudad como Barcelona. Acabo de decirles a un grupo de fucking moron (en plural), que una chica acaba de llevarse cierto material susceptible de ser suyo. Para ello, he utilizado una estrategia de lo más sutil y beneficiosa para mi conciencia.

Después de estudiar la situación y comprobar que efectivamente una chica susceptible de ser catalogada como ladrona, acababa de sustraer cierto material que, sin ninguna duda, no le pertenecía, le digo a la chica susceptible de ser robada: perdona, ¿teníais algún bolso o chaqueta por aquí? Y le señalo el fatídico rincón.

Sin darme tiempo siquiera, a matizar ningún detalle más, la chica y toda la troupe que la acompañaba salen disparados por la puerta del garito en busca de la fugitiva, y presunta ladrona. Sin más, y ligeramente, comento la jugada con mis circunstanciales amigos; acabo de decirle a esta gente que una tía les acaba de robar. ¿En serio? Me dice uno que tengo al lado. Sí, sí, le contesto yo, la tía llevaba 5 o 10 minutos merodeando al lado de sus cosas y ellos como si nada.

Al poco tiempo, regresan y uno de los de la troupe me da las gracias. Deduzco que algo ha ido bien y entiendo que han podido coger a la persona susceptible de ser quien les había robado.

Efectivamente es así, y me cuentan que tan sólo se ha quedado con un móvil. Sin embargo, mi alegría es relativa; por un lado, me hubiera gustado que les robaran todo y que después me culparan de no haber intervenido antes para así poderles sugerir abiertamente que eran unos auténticos capullos. Por otro, me hubiera gustado que no les robaran nada y que me hubieran premiado por ello con algún buen elixir o droga más sofisticada.

Finalmente les han robado casi nada y me conformo con explicar a mis circunstanciales amigos que he encontrado la mejor manera de quedar bien implicándome lo mínimo. La noche me sabe a gloria, sin tener verdaderos argumentos para ello, llego a casa y todavía me queda algo de Maria Callas, enchufo el portátil y me inyecto su versión de la Reina de la noche: sin duda, el mejor chute.

domingo, 21 de octubre de 2007

Noches perras


¡Cálmate tío, cálmate! Me espetó ayer la chica por la que había estado luchando toda la noche después de casi dos horas de lidia. Me quedo delante de ella y no sé qué hacer, descolocado por la profundidad de su aserto. No obstante, a veces, el alcohol tiene la cualidad de mitigar, cual anestésico, los golpes que te inflige la noche.

Unos minutos antes de tan triste situación, provoco un conato de violencia con un joven que se niega a respetar la pequeña porción de espacio que usufructuaba. Entiendo que es difícil saber gestionar los espacios en un antro como este, así que le digo, tranqui, tranqui, tu a lo tuyo! Parece no quererme entender, mientras murmura palabras ininteligibles que no me esfuerzo por comprender.

Todavía tengo restos de su perfume entre mis manos, pero no logro excitarme, ahora recuerdo que ni tan siquiera llegué a fijarme en algunos detalles relevantes de su cuerpo. Todo es vago, pero no por eso menos doloroso. Cálmate tío, cálmate! Estas palabras se me clavan como dardos en mi cabeza. Su sonrisa inquietante delataba una larga tradición como chica espantabuitres, manejaba la situación con soltura y, a pesar de mi y mis reiterados intentos por atraerla, me ignoraba soberanamente.

La noche es perra y el día siguiente suele serlo más. Ahora es momento de recuperar mi dignidad y pensar en otras estrategias tendentes a evitar que una chica me tenga que volver a decir: ¡cálmate tío, cálmate!

sábado, 20 de octubre de 2007

La praxis del martillo


“La fórmula de mi felicidad: un sí, un no; una línea recta, una meta”. Cuesta, pero es un reto que por su propia disposición estimula los engranajes de mi voluntad. No hace falta escribir nada más acerca de esta dichosa sentencia que formuló Friedrich Nietzsche hace algo más de un siglo.

En cualquier caso, percibo que no es del agrado de la chica que me acompaña. Le cuento detalles y algunas anécdotas de la vida de este autor; nada es igual después de haber leído algunas de sus obras, le cuento. Todo cambia, le digo, e insisto en la necesidad de su lectura. Mientras paseamos por el remoto casco antiguo de alguna ciudad, le comento aquello de que Dios ha muerto y que tenemos que reformular un nueva moral para poder aliviar nuestras conciencias.

Su asentimiento sin más, acrecienta mis sospechas sobre la supuesta antiintelectualidad (no consciente) de muchas mujeres, por un momento, la imagino pensando en términos darwinistas acerca de mi potencialidad como garante de su futuro, la imagino aburriéndose con mis palabras y buscando puntos de fuga por donde poder escapar.

Mi nueva moral pasa por eliminar de cuajo elementos distorsionadores de mi realidad que no se atreven a pensar por sí mismos en términos no productivos. No me interesa tu coñito a cualquier precio, tengo que pensar que hay algo más, fantaseo que le digo para mis adentros.

Después de besarnos tímidamente, ella se marcha representando la clásica marcha del ya-te-llamaré. Yo, me quedo dubitativo, calibrando el grueso de mis palabras y reconstruyendo mi fatigada voluntad mientras suena en mi cabeza un play it again Sam, play it again!

miércoles, 17 de octubre de 2007

Solo con los solo



Estoy eufórico, pero con el aplomo necesario para que no se note. El encuentro es casual, improvisado en casa de unos amigos, no muy lejos de mi apartamento, pero tampoco cerca. Llego y me encuentro con un nutrido grupo de pasmarotes que apenas me sonríen con un mueca desacelerada.

Nadie se mueve, decido entonces acercarme para escenificar con algo de autenticidad una encajada de manos que resulta de lo más convincente. Aunque no lo parezca, la escena es de una  insana cotidianidad  por unos segundos me deprime pensar que esta gente son mis amigos.

Ha llegado mi momento, y empiezo a soltarles mi verborrea habitual sobre asuntos que no trascienden más allá de mi propio interés. Les hablo de la necesidad de entender el Manifiesto cunnilinguista o les inquieto con preguntas del tipo ¿sabéis que es la vulva exactamente? Por supuesto, tras semejante impacto no saben qué responder. No se si por pudor o por absoluta ignorancia. La cuestión es que eluden la respuesta y, torpemente, intentan distraer mi atención con cualquier futilidad.

Al final todos acaban riendo y yo me río de mí, con ellos y de ellos, acaso por ellos y para ellos. Pero la cosa no deja de preocuparme. Creo que es la risa que les provoca el hastío vital mientras sucumben a la decadencia de sofá transmutada en una partida de Monopoly.

Yo sigo pensando en la vulva, en su rica gama de rosados colores y en el cuando y a quién volveré a practicar mi próximo cunnilingus.



viernes, 12 de octubre de 2007

Love serenade


Hoy hace un año de mi germánica historia de amor y la más auténtica de todas. Tan sólo me queda de ella un cabello entre los dedos. Pienso que tengo su ADN y me regocijo imaginando que alguien me pide alguna prueba que demuestre que realmente existió. Es rubio, lo exhibo y amenazo a mi interlocutor con someterlo a examen. ¡Dios mío! -pienso, todo esto es patético.

Pero lo cierto es que me aterra la realidad peninsular, la mujer ibérica es bella y pizpireta, pero demasiado mojigata y siempre lleva puesta la sotana moral. Debo confesar que me produce cierta repugnancia; las frases se repiten, el tempo siempre es el mismo y raramente salta alguna chispa que la convierta en algo distinguido. Todavía piensa en aquello de que para que una relación sea duradera hay que ir poco a poco y nunca follar el primer día.

Estos pensamientos me atormentan día tras día, ¿porqué me resulta tan estúpida y previsible la mujer peninsular? No logro conciliar el sueño y estas ideas no son un bálsamo para la noche, la cama sigue siendo dura y los besos siguen siendo besos sin ese lamentable nada más.

Guardo su pelo cuidadosamente y recuerdo que apenas nos hablamos, casi no nos conocimos y sin embargo nos amamos.
¡Good bye Berlin and welcome to your own hell!


martes, 2 de octubre de 2007

Pastis para la noche






Un hombre de aspecto moribundo canta canciones de Brel acompañado de un joven guitarrista de sonrisa perenne. Me encuentro rodeado de nostalgia y el vino corre suave por mi garganta. Mi joven acompañante me ha descubierto este pequeño y singular rincón de la noche barcelonesa más canalla, es el Pastís.

La noche se abre con la voz desgarradora del viejo boss parisino, tiene algo de duende y, por momentos, me imagino a Camarón y Tomatito tocando en algun antro de París. En su mano sostiene con insano fervor un tubo de Glenfiddich, pienso en su hígado y en los pocos días que probablemente le quedarán de vida.

El barman es auténtico, desde la barra observa el percal con manifiesta intensidad; gafas prominentes, pelo escaso echado hacia atrás y cara de malas circunstancias. Le pido dos vinos y me vacila con un brazo completamente enyesado, finalmente acepta mi ofrecimiento y le abro la botella. Nos hacemos amigos sin necesidad de intercambiar una sola palabra.

El directo se acaba después de un par de bises, todo se confunde menos mi deseo de besar a la chica que me acompaña. Lo consigo, y la noche se acaba dulcemente. Cuando nos vamos, me pregunto que querrá decir una de las frases que colgaba de las paredes del local: “Más vale pan con amor que gallina con dolor”. ¡Très bien, Pastís, très bien! Contigo la noche sabe diferente.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Hangover


Hoy es día de resaca. Sin proponérmelo, tengo delante una china barely legal espectacular que contorsiona su cuerpo vestida de colegiala a ritmo de pop-rock. Ni que decir tiene que es una auténtica beldad. Es mediodía, gris y lacónico, a estas horas, y en mis circunstancias, los pensamientos son algo más que pobres. La china sigue bailando.

Las resacas solitarias son oscuras como el entresuelo donde habito, hay que asomarse, sacar la cabeza, para vislumbrar algo de luz. Opto por no hacerlo, es el hábitat perfecto para hacerse una buena paja, pero el vídeo de la china no me convence.

Me convierto entonces en un francotirador obsceno de páginas guarras y de más de-géneros que pululan por la red mientras me inyecto nueva savia moral; no soy adicto a la pornografía, pero sí, probablemente, un usuario demasiado fiel. 

A algunos les picará la sarna moral, y yo me río, mientras un memorable cum-shot salpica la pantalla. No soy yo, es un negro de polla colosal que sonríe de satisfacción después de realizar un buen trabajo.

Pero en la resaca, ya se sabe: siempre rige la ley del no-pensamiento.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Noche CPAP


Son las dos del mediodía, intento dormirme después de una mala noche. Me noto cansado y con cierta tensión en lo globos oculares. Este cúmulo de sensaciones me recuerda a las noches de insomnio pasadas hace un par de años, cuando dormir era un quimera malsonante y la cama el escenario perfecto para sufrir mi tortura.

Todo parece que marcha, se acerca la hora de comer y yo estoy estirado en la cama intentando miserablemente recuperar horas de sueño perdidas por no se sabe qué. La cosa va bien, pongo un cede de Vinicius de Moraes en La Fusa (todo un clásico) para lubricar este momento de transición tan delicado: se trata de lograr dormirme sin que el berrido producido como resultado de la obturación de mis vías respiratorias superiores me despierte, justo en el momento que paso de la vigilia al sueño.

Lamentablemente después de varios intentos, y como parecía previsible, a las dos y veinte minutos un ronquido penetrante y sonoro me despierta de mi última posibilidad de conciliar el tan ansiado sueño reparador. Me he convertido en un anónimo rastrero que regatea al día horas de sueño.

La noche es peor, mi cajón-cama de láminas-piedra y colchón escaso, contribuye a convertir en espartanas mis experiencias nocturnas; los revolcones son violentos y frecuentes en busca de una postura que me permita dignamente acceder al sueño.

Todo es en vano, la Apnea del sueño ha vuelto y está dispuesta a cebarse conmigo; ni siestas, ni noches ni medias mañanas. ¡No me deja respiro! Estoy tan desesperado que empiezo a fantasear con la posibilidad de comprarme un CPAP, artilugio siniestro que insufla aire a través de una mascarilla. El tema es peliagudo, me imagino estirado en la cama con la mascarilla de mi Continuous Positive Airway Pressure en la cara, disfrutando de sus generosas dosis de aire al tiempo que me pregunto que mujer será capaz de superar conmigo la primera noche-cepap.


domingo, 23 de septiembre de 2007

Incómoda gasuística




Hace algún tiempo que vengo reflexionando acerca de una cuestión harto delicada y de más que difícil acomodo en el discurrir de charlas y demás contiendas dialécticas. “La gestión de gases en el contexto de la relación de pareja heterosexual” es el nombre que le di a mi más que justificada tribulación.

Parece absurdo y absolutamente vergonzoso tener que hablar de una tema tan escatológico y carente de atractivo. Pero es precisamente su carácter incómodo lo que me ha llevado hasta aquí. ¿Cuantos de nosotros no hemos pensado alguna vez en los malditos pedos? Putos gases que pervierten el silencio de tantas noches.

En alguna ocasión intenté tímidamente tratar la cuestión con mi pareja; le hablé de flatulencias y de que padecía algo llamado meteorismo. En fin, terminología médica al uso, no menos desconcertante e igual de grotesca.

Las primeras semanas de cualquier relación, la cama se convierte en un ring siniestro donde se produce una batalla desigual; no hay nada que hacer contra el infinito poder de algunos genes. A veces mientras follamos tenemos que evitar realizar determinadas contorsiones que facilitan la expulsión de gases de manera involuntaria. Y no porque realmente vaya a suceder sino por simple cuestión probabilística. ¿Quién no ha imaginado despertar algo más que el sueño de nuestra pareja o amante? El potencial antiestético de las ventosidades sin duda es extremo, y en el contexto donde yo las sitúo bien pueden adquirir dimensiones devastadoras.

Hasta el día de hoy, no me han hecho observaciones al respecto, sin que por ello deje de preocuparme tan sonora cuestión. Hay que apelar a la tolerancia y al respeto pero, ¿cómo sobreponerse a la brutalidad del pedo antiromántico? Francamente la gestión de este tipo de gases es un aprendizaje necesario más allá de las convenciones sociales. Yo propongo su estudio sosegado y una práctica moderadamente explícita. Cuestión que dejo para otro momento, y sin duda más compleja y desagradable, será la de gestionar las posibles consecuencias de su profusa gama de olores.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Almorranas forever



Las almorranas son, como poco, una anécdota que demuestran algo más que la existencia de la noche. Más bien se convierten en vestigio de ciertos excesos en los que a menudo nos vemos empujados, sin discurso propio, sin argumentos que definan su justa causa.

1. f. Med. Tumoración en los márgenes del ano o en el tracto rectal, debida a varices de su correspondiente plexo venoso. Más bien sangre, dolor y lágrimas en el puto culo, yo diría. En cualquier caso es interesante constatar que puede darse una sana convivencia.

Parece ayer cuando, siendo adolescentes, recuerdo a un amigo describiendo sus primeras experiencias en este campo tan dichoso y receloso de intromisiones espontáneas. Eran tiempos de ignorancia, de descrédito y de bondad malentendida. Huelga decir que me costaba empatizar con tales sufrimientos. “Lo que hago es meterme para adentro las venas hinchadas alrededor del ojete” explicava, es decir: tenía que recolocar o reconducir las, sin duda, impertinentes tumoraciones de los márgenes del ano en el interior de su tracto rectal. Canela fina, que algunos dirían. Mero discurso escatológico para otros.

Hoy, nuestra amarga decadencia nos muestra la debilidad de la carne, más concretamente me palpo con los dedos los entresijos más corruptos de mi ano, mientras pienso en las cervezas de más que he bebido a lo largo de la noche. Pienso que no puede ser, he dejado la coca, los porros y el tabaco. ¿Para qué? Para acabar constatando la fungibilidad de nuestros cuerpos y mi decisión irrevocable de no renunciar nunca más al dorado placer de una cerveza.