domingo, 20 de enero de 2008

Llueve sobre Berlín


Empiezo a ver la luz después de mi particular infierno loser. Siempre me queda el pensamiento único de serbuenapersona, reflexiono. Ahora estoy en Berlín, donde las cosas son muy distintas, todo me huele a triunfo, a victorias, a aire limpio.

Tengo ganas de quedarme aquí, de venirme cuanto antes de la decadente Barcelona. Pero los losers como yo tenemos un sexto sentido que detecta posibles infiernos venideros: estoy viendo que Berlín puede ser una gran ciudad para acabar sucumbiendo definitivamente al peor de ellos.

Paseo por sus calles mojadas, mientras husmeo el cadáver de un recuerdo. Hago fotos de sus escenarios, primeros planos de los edificios, de la calles, de los lugares por donde se fue construyendo. Es un cadáver exquisito.

Hoy es mi último día aquí, no hace frío, pero sigue lloviendo insistentemente. Me levanto con una ligera resaca después de la fiesta de ayer en casa de unas brasileñas dignas de tal apelativo. Estoy algo confuso, intento situarme, localizarme con la ayuda de cuatro ventanales sin cortinas que, justo encima de mi cabeza, me dejan bañar por intensa luz.

Será mi último paseo por la ciudad, no voy a visitar ningún museo, ni tengo ganas de hacerlo. Me niego a tener que asimilar en tan poco tiempo todos los hechos históricos que concentra esta ciudad a cada paso que uno da.

Desorientado por la urgencia más escatológica entro en un elegante café, muy cerca del Zoologischer Garten, en Charlottenburg, el barrio más chic de Berlín. Allí, decido pedir un expresso machiatto para que me acompañe en la fatigosa lectura de El Malogrado de Bernhard. Ahora celebro la excepcional combinación.

Sumido en la lectura, me distraigo con la presencia de una señora mayor y distinguida que me sugiere la fantasía perversa de ser una testigo excepcional de las atrocidades del nacionalsocialismo alemán. Me la imagino en su juventud, con el brazo en alto aclamando al führer al grito de Heil Hitler!

Se me acaba el expresso machiatto, pido otro. Estoy excitado por que acabo de presentir con manifiesta claridad que mi otro futuro está aquí. Y quiero saborearlo.