viernes, 16 de noviembre de 2007

Sócrates y el descaro sociológico


El joven sociólogo intervino de forma honesta y decidida, apenas le temblaba el pulso de la mano cuando asió el micrófono, su voz no se percibía acalambrada por la presencia del tumulto que nos rodeaba, y su talante era gallardo y altivo. Mas en el desempeño de su acometido desconocía aún lo más importante: que no sabía nada.

Después de tan impresionante despliegue de recursos, impropios de su juventud, pensé, pobre desgraciado. ¿Será capaz algún día de darse cuenta que no sabe nada para así poder dar el primer paso hacia el verdadero saber y actuar en consecuencia? Esperemos que no, creo que no habría peor sufrimiento intelectual que el de tener que aguantar a un sociólogo reconciliado con la famosa dicha socrática.

El acto se acabó pero su presencia sigue confinada en mi despacho; no soporto la volatilidad de sus comentarios ni su deliberado escapismo frente a cualquier invitación a la abstracción. Me parece un insulto pretender aprehender la realidad social a través de la simple recolección (de datos mayormente) o del uso y abuso de fórmulas matemáticas alejadas del espacio real. No.

Pero algunos de nosotros tenemos que acostumbrarnos a convivir con la prepotencia inherente de muchos seres ignorantes. No abras la boca, no me hagas tragar tus conclusiones de pardillo que empiezas a arrastrarte, sin saberte gusano, por los dominios del saber. Aléjate de mí y pégate un tiro en la cabeza para que otro de tus colegas pueda investigar los porqués de muchos actos, siempre, aparentemente injustificados.

No hay comentarios: