viernes, 12 de octubre de 2007

Love serenade


Hoy hace un año de mi germánica historia de amor y la más auténtica de todas. Tan sólo me queda de ella un cabello entre los dedos. Pienso que tengo su ADN y me regocijo imaginando que alguien me pide alguna prueba que demuestre que realmente existió. Es rubio, lo exhibo y amenazo a mi interlocutor con someterlo a examen. ¡Dios mío! -pienso, todo esto es patético.

Pero lo cierto es que me aterra la realidad peninsular, la mujer ibérica es bella y pizpireta, pero demasiado mojigata y siempre lleva puesta la sotana moral. Debo confesar que me produce cierta repugnancia; las frases se repiten, el tempo siempre es el mismo y raramente salta alguna chispa que la convierta en algo distinguido. Todavía piensa en aquello de que para que una relación sea duradera hay que ir poco a poco y nunca follar el primer día.

Estos pensamientos me atormentan día tras día, ¿porqué me resulta tan estúpida y previsible la mujer peninsular? No logro conciliar el sueño y estas ideas no son un bálsamo para la noche, la cama sigue siendo dura y los besos siguen siendo besos sin ese lamentable nada más.

Guardo su pelo cuidadosamente y recuerdo que apenas nos hablamos, casi no nos conocimos y sin embargo nos amamos.
¡Good bye Berlin and welcome to your own hell!


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chaval, eres un triste. ¿Cómo puedes ser capaz de tener esa capacidad tan buena de expresión escrita y a la vez generalizar con semejante simplicidad...?

porco rosso dijo...

No soy triste, soy sincero, aun a sabiendas de que puedo estar equivocado. Un saludo.