sábado, 31 de mayo de 2008

D.O. Penedès


Normalmente, siempre está la opción de considerar que es un bache, el momento por el que uno transita, agobiado por la sensación de un fracaso total en su vida personal e intelectual. Un vaso de buen vino, me ayuda ahora a exorcizar mis emociones.

Son momentos de alarma, me describo como un desecho predecible de una estructura social premeditadamente injusta. Y cómo no, el loserismo vuelve, en estos momentos, con más fuerza que nunca.

Siento el deber de recomendar, no obstante, la denominación de origen Penedès para garantizar el disfrute de un buen caldo de tinto y, quizás, la compañía hipotética de alguien, en estos momentos de flaqueza. La realidad es que no hay nadie que quiera desafiar conmigo la soledad de una madrugada común y vulgar.

La cama me espera, como siempre, estirada a lo largo de la habitación. Me resisto a sucumbir en ella, pero la tentación es fuerte. Me arrimo entonces al vaso de vino que me queda, mientras pienso en la delicadeza compartida con mujeres prescindibles que bien merecen otra consideración.

Apuro el último trago, lo saboreo, distingo el sabor complejo de las buenas denominaciones y recuerdo la mía, de loser absoluto. ¡Qué momentos los de ahora! Mejor olvidemos que el hoy ha existido y sigamos la recomendación de no obsesionarnos con ningún pensamiento fútil.


viernes, 23 de mayo de 2008

Destroyerismo loser (o un mal día lo tiene cualquiera)



El 2008 parece un gran año; rayas de speed, borracheras infatigables y delirios amorosos abocados al fracaso. Son los 30 (putos años), o las noches donde el sueño se fragmenta clandestinamente. En los días como hoy uno sólo siente el amargo sabor de la derrota.

Mi cabeza vuelve a ser un vertedero de emociones. Ya sólo pienso en cómo suicidarme sin tener que sufrir. Reivindico para mis adentros el derecho a una muerte rápida y segura. Paradójicamente, la vida ofrece muchas posibilidades para acabar con uno mismo, tan sólo es cuestión de decidirse por la que más nos conviene.

Volarse la tapa de los sesos, como se dice en clave cinematográfica, es una opción que ofrece muchas garantías y es estéticamente irreprochable. Pienso, no obstante, que no tengo capital suficiente para costearme dicha suerte.

La opción del pastillazo, es atractiva y se ajusta más a mis posibilidades, pero su carácter depresivo no casa bien con los postulados nietzscheanos que rigen mi vida y espíritu. No quiero morir como un cobarde, postrado en la cama y dejándome llevar, como embebido, por el potencial trágico de mi muerte. Soy romántico, pero no a cualquier precio.

Puerca vida la de los losers como yo, ha llegado el momento de hacer frente al sinsentido y a la fatalidad de nuestras vidas. Propongo muscular nuestras voluntades y afinar la razón para que, llegado el momento, nuestro último acto de vida se convierta en la confirmación más rotunda de la voluntad.

domingo, 20 de enero de 2008

Llueve sobre Berlín


Empiezo a ver la luz después de mi particular infierno loser. Siempre me queda el pensamiento único de serbuenapersona, reflexiono. Ahora estoy en Berlín, donde las cosas son muy distintas, todo me huele a triunfo, a victorias, a aire limpio.

Tengo ganas de quedarme aquí, de venirme cuanto antes de la decadente Barcelona. Pero los losers como yo tenemos un sexto sentido que detecta posibles infiernos venideros: estoy viendo que Berlín puede ser una gran ciudad para acabar sucumbiendo definitivamente al peor de ellos.

Paseo por sus calles mojadas, mientras husmeo el cadáver de un recuerdo. Hago fotos de sus escenarios, primeros planos de los edificios, de la calles, de los lugares por donde se fue construyendo. Es un cadáver exquisito.

Hoy es mi último día aquí, no hace frío, pero sigue lloviendo insistentemente. Me levanto con una ligera resaca después de la fiesta de ayer en casa de unas brasileñas dignas de tal apelativo. Estoy algo confuso, intento situarme, localizarme con la ayuda de cuatro ventanales sin cortinas que, justo encima de mi cabeza, me dejan bañar por intensa luz.

Será mi último paseo por la ciudad, no voy a visitar ningún museo, ni tengo ganas de hacerlo. Me niego a tener que asimilar en tan poco tiempo todos los hechos históricos que concentra esta ciudad a cada paso que uno da.

Desorientado por la urgencia más escatológica entro en un elegante café, muy cerca del Zoologischer Garten, en Charlottenburg, el barrio más chic de Berlín. Allí, decido pedir un expresso machiatto para que me acompañe en la fatigosa lectura de El Malogrado de Bernhard. Ahora celebro la excepcional combinación.

Sumido en la lectura, me distraigo con la presencia de una señora mayor y distinguida que me sugiere la fantasía perversa de ser una testigo excepcional de las atrocidades del nacionalsocialismo alemán. Me la imagino en su juventud, con el brazo en alto aclamando al führer al grito de Heil Hitler!

Se me acaba el expresso machiatto, pido otro. Estoy excitado por que acabo de presentir con manifiesta claridad que mi otro futuro está aquí. Y quiero saborearlo.