viernes, 7 de diciembre de 2007

Born to be a loser


Veo las fotos de quien me ignora, la veo tendida en la cubierta de un yate con la ropa justa de un verano cualquiera. El chico que la abraza tiene la cara-de-capullo habitual, nada especial, la cara de siempre que casi todas las personas sensatas odiamos; demasiado guapo, lo musculosamente justo e irradiando buenas perspectivas de futuro por doquier.

Me noto algo decrépito e injustamente violento con mis congéneres, debe ser la noche, o el mes, o quizás es la frustración de saber que no soy nada ni nadie. Concretamente… ¿Por qué? Quizás por que no soy alguien para quien realmente quisiera serlo. ¿Mi familia? ¡A la mierda la familia! Nos queremos muchos, ¿pero dónde acaba tanto amor? Acaba en el vertedero de todo-lo-que-debe-ser (amor filial y chorradas por el estilo).

¿Cómo puedo ser tan desagradecido? ¿Cómo puedo hablar así de quienes han estado siempre a mi lado? Vuelvo a repetir: ¡A la mierda! Dios ha muerto y los padres también, salvo para firmar algún que otro aval en el banco. Uno sólo puede contar con uno mismo. Ya nada sirve, más que yo y mis decisiones. Tenemos que matar a nuestros padres, me decía siempre un amigo.

Yo tengo mi bicicleta, mi soledad y un mp3 con el que canalizo todas mis energías. El centro de la ciudad es una catarsis de fracasos o una constante ráfaga de cum-shots imaginarios. Nebraska, Columbine, Virginia Tech… ¿Qué tienen todos estos lugares en común? Tienen en común la dramática historia de un pensamiento loser materializado, tienen una gran derrota en su biografía colectiva y, sobretodo, no parecen tener el respeto suficiente por los acontecimientos que discurren en su presente.

Faldas negras, muerte, un tiro en la sien, tu sonrisa, mi sonrisa, una mirada tuya que se pierde después de nunca habernos conocido. Eso es lo que me queda después de una noche loser cualquiera.

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