martes, 17 de agosto de 2010

El sabor de las manzanas




Hoy vuelvo a asomarme por aquí, pero ya mi vida es menos puerca y empieza a vislumbrarse la virtud en muchas de mis horas de existencia. Ya no es tan mísera y me permito afirmar que... Sí, señores, la manzana es algo extremadamente noble! Es tan noble como el áureo metal que casi nadie conoce, yo desde luego nunca he tenido el placer de conocerle

Que se peleen otros por los lingotes de tan preciada materia, yo me resigno a quedarme con los pocos billetes y de más chatarra común, aunque suela ser por muy breve tiempo. 

Soler! Que verbo tan extraño y poco distinguido, yo quería algo con más pompa y rintintín, pero el tiempo apremia y, para las cosas del vulgo, muchas son las palabras que se aceptan sin más. 

Después de un tiempo de saborear cada detalle, cada peculiaridad de una máquina tan sofisticada como mi estimable CPAP puedo decir que el camino no se acaba, que la vida sigue y nada hay que me impida continuar con mis propósitos más íntimos. ¿Pero cuáles son éstos?

Dado que son íntimos me permitiré no relevarlos aún. Mas tampoco revisten mayor interés, así que prosigamos con otro tipo de tribulaciones más comunes, aunque no por ello más vulgares. 

Una de las cosas que creo haber aprendido en este tiempo es que por más singular y perversa que sea una tortura (tu tortura), nada convierte en ejemplarizante drama lo que no es más que una cuita improbable para la gran mayoría. Dicho esto no me queda más remedio que aceptar mi más absoluta insignificancia, lo cuál pienso, es tanto o más sano que disfrutar de la mejor de las manzanas.