domingo, 23 de septiembre de 2007

Incómoda gasuística




Hace algún tiempo que vengo reflexionando acerca de una cuestión harto delicada y de más que difícil acomodo en el discurrir de charlas y demás contiendas dialécticas. “La gestión de gases en el contexto de la relación de pareja heterosexual” es el nombre que le di a mi más que justificada tribulación.

Parece absurdo y absolutamente vergonzoso tener que hablar de una tema tan escatológico y carente de atractivo. Pero es precisamente su carácter incómodo lo que me ha llevado hasta aquí. ¿Cuantos de nosotros no hemos pensado alguna vez en los malditos pedos? Putos gases que pervierten el silencio de tantas noches.

En alguna ocasión intenté tímidamente tratar la cuestión con mi pareja; le hablé de flatulencias y de que padecía algo llamado meteorismo. En fin, terminología médica al uso, no menos desconcertante e igual de grotesca.

Las primeras semanas de cualquier relación, la cama se convierte en un ring siniestro donde se produce una batalla desigual; no hay nada que hacer contra el infinito poder de algunos genes. A veces mientras follamos tenemos que evitar realizar determinadas contorsiones que facilitan la expulsión de gases de manera involuntaria. Y no porque realmente vaya a suceder sino por simple cuestión probabilística. ¿Quién no ha imaginado despertar algo más que el sueño de nuestra pareja o amante? El potencial antiestético de las ventosidades sin duda es extremo, y en el contexto donde yo las sitúo bien pueden adquirir dimensiones devastadoras.

Hasta el día de hoy, no me han hecho observaciones al respecto, sin que por ello deje de preocuparme tan sonora cuestión. Hay que apelar a la tolerancia y al respeto pero, ¿cómo sobreponerse a la brutalidad del pedo antiromántico? Francamente la gestión de este tipo de gases es un aprendizaje necesario más allá de las convenciones sociales. Yo propongo su estudio sosegado y una práctica moderadamente explícita. Cuestión que dejo para otro momento, y sin duda más compleja y desagradable, será la de gestionar las posibles consecuencias de su profusa gama de olores.

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