miércoles, 28 de noviembre de 2007

El puto rey


Hoy me he levantado dispuesto a imaginar la más absoluta vergüenza. Después de casi un mes de uso y disfrute de mi Continuous Positive Airway Pressure ya estoy en condiciones de fantasear con algo más que una breve explicación sobre el cómo y el porqué de mi CPAP.

A diferencia de otras épocas, la nuestra, conlleva duras contraprestaciones para aumentar nuestro bienestar o, en otras palabras, mejorar nuestra calidad de vida.

Antes la gente se moría prematuramente o malvivía. Ahora no, uno puede sentir el siniestro confort de las nuevas tecnologías aplicadas a la medicina.

- Bueno, te tenía que comentar algo que supongo que te sonará un poco raro, pero tranqui no es nada grave, es más bien aparatoso.
- Déjate de rodeos y dime de qué se trata...

- Pues nada, que duermo con un CPAP…
- ¿Y qué es eso?
(No hace falta describir aquí el careto de mi hipotética pareja)
- Nada, es una máquina que me insufla aire por la nariz a una presión determinada, tiene el tamaño de un despertador y más que nada es la mascarilla que lleva que parece que…
- Ya, ya, ¿Pero quieres decir que tu problema no es psicológico?

Bien, aquí acaba mi fantasía y empieza la más cruda realidad. Esta situación intuyo que, con mayor o menor exactitud, acabará por producirse más tarde o más temprano.

¿Alguien cree que hay alguna mujer preparada para afrontar esta dura prueba? Superar este trance conlleva algo más que madurez.

Implica aniquilar cualquier aspiración de normalidad en la parcela más íntima de nuestras vidas, implica sentir una vergüenza inconmensurable por momentos e implica contener una mueca indefinible en cada rostro imaginable antes de dormirse junto a mí.

El rey ha muerto, ¡Viva el rey!

No hay comentarios: