jueves, 1 de noviembre de 2007

¡Que os den!


Hoy es noche de Maria Callas en Près des remparts de Séville, un sublime fragmento de la Carmen de Bizet. Estoy acongojado y solo en este episodio de mi soledad que transcurre entre paredes y asfalto de una ciudad como Barcelona. Acabo de decirles a un grupo de fucking moron (en plural), que una chica acaba de llevarse cierto material susceptible de ser suyo. Para ello, he utilizado una estrategia de lo más sutil y beneficiosa para mi conciencia.

Después de estudiar la situación y comprobar que efectivamente una chica susceptible de ser catalogada como ladrona, acababa de sustraer cierto material que, sin ninguna duda, no le pertenecía, le digo a la chica susceptible de ser robada: perdona, ¿teníais algún bolso o chaqueta por aquí? Y le señalo el fatídico rincón.

Sin darme tiempo siquiera, a matizar ningún detalle más, la chica y toda la troupe que la acompañaba salen disparados por la puerta del garito en busca de la fugitiva, y presunta ladrona. Sin más, y ligeramente, comento la jugada con mis circunstanciales amigos; acabo de decirle a esta gente que una tía les acaba de robar. ¿En serio? Me dice uno que tengo al lado. Sí, sí, le contesto yo, la tía llevaba 5 o 10 minutos merodeando al lado de sus cosas y ellos como si nada.

Al poco tiempo, regresan y uno de los de la troupe me da las gracias. Deduzco que algo ha ido bien y entiendo que han podido coger a la persona susceptible de ser quien les había robado.

Efectivamente es así, y me cuentan que tan sólo se ha quedado con un móvil. Sin embargo, mi alegría es relativa; por un lado, me hubiera gustado que les robaran todo y que después me culparan de no haber intervenido antes para así poderles sugerir abiertamente que eran unos auténticos capullos. Por otro, me hubiera gustado que no les robaran nada y que me hubieran premiado por ello con algún buen elixir o droga más sofisticada.

Finalmente les han robado casi nada y me conformo con explicar a mis circunstanciales amigos que he encontrado la mejor manera de quedar bien implicándome lo mínimo. La noche me sabe a gloria, sin tener verdaderos argumentos para ello, llego a casa y todavía me queda algo de Maria Callas, enchufo el portátil y me inyecto su versión de la Reina de la noche: sin duda, el mejor chute.

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