martes, 2 de octubre de 2007

Pastis para la noche






Un hombre de aspecto moribundo canta canciones de Brel acompañado de un joven guitarrista de sonrisa perenne. Me encuentro rodeado de nostalgia y el vino corre suave por mi garganta. Mi joven acompañante me ha descubierto este pequeño y singular rincón de la noche barcelonesa más canalla, es el Pastís.

La noche se abre con la voz desgarradora del viejo boss parisino, tiene algo de duende y, por momentos, me imagino a Camarón y Tomatito tocando en algun antro de París. En su mano sostiene con insano fervor un tubo de Glenfiddich, pienso en su hígado y en los pocos días que probablemente le quedarán de vida.

El barman es auténtico, desde la barra observa el percal con manifiesta intensidad; gafas prominentes, pelo escaso echado hacia atrás y cara de malas circunstancias. Le pido dos vinos y me vacila con un brazo completamente enyesado, finalmente acepta mi ofrecimiento y le abro la botella. Nos hacemos amigos sin necesidad de intercambiar una sola palabra.

El directo se acaba después de un par de bises, todo se confunde menos mi deseo de besar a la chica que me acompaña. Lo consigo, y la noche se acaba dulcemente. Cuando nos vamos, me pregunto que querrá decir una de las frases que colgaba de las paredes del local: “Más vale pan con amor que gallina con dolor”. ¡Très bien, Pastís, très bien! Contigo la noche sabe diferente.

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